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Una de las principales causas de desacuerdo en las parejas sigue siendo el dinero. Historias acerca de cómo se convierte en un importante factor de desunión e incluso de ruptura, existen muchas. Esto podría evitarse estableciendo, desde el noviazgo, una comunicación clara y honesta sobre los hábitos financieros y objetivos de cada uno; así como el ser honestos al hablar sobre el monto de sus ingresos y obligaciones financieras.
Por ejemplo, mi amigo Víctor Manuel, que apenas tiene seis meses de casado, siempre se ha esforzado por dar y cumplir a Carolina, su esposa, hasta su más mínimo capricho desde que eran novios, sin importarle cuánto costara. Obviamente, su tren de gasto y consumo supera sustancialmente a los ingresos que percibe por lo que ha tenido que adquirir voluminosas deudas con familiares, amigos y poner a tope las tres tarjetas de crédito que maneja; así, mes con mes destina todo su sueldo a cubrir el pago mínimo de sus deudas. Trabaja para pagar. Hoy no encuentra una salida y no sabe que hacer pues tampoco se atreve a ajustar el estilo de vida de su esposa a uno más acorde a su realidad financiera porque, dice, entonces pensaría que no es un buen proveedor y quizá, lo dejaría.
La comunicación y el hablar con honestidad sobre lo que se tiene y lo que se espera tener, harían la diferencia en esta pareja. Muchos matrimonios descubren al cabo de un cierto tiempo que no están en el mismo barco y que no persiguen lo mismo a largo plazo. Hoy Víctor Manuel vive en un constante estrés financiero que afecta su salud y calidad de vida. Simplemente, no se siente feliz.
Finalmente, ya sea que el hombre continúe como principal proveedor del hogar o que los dos participen activamente en la aportación financiera, la pareja debe estar consciente de los beneficios que traerá a su matrimonio trabajar en equipo y saber que caminan hacia el mismo punto.
Los tres principios básicos para que una pareja sea financieramente afín son:
Es necesario que hablen abiertamente sobre sus hábitos financieros (consumo y deudas) y el estilo de vida que desean llevar en pareja; establezcan sus metas, conjuntas e individuales, y ordénenlas por prioridad (cuál desean alcanzar primero), y diseñen una estrategia financiera para conseguirlas. Construyan su futuro.
Es más común de lo que suponemos “ocultar” a la pareja los ingresos percibidos y las deudas contraídas. Decir y saber cuál es el ingreso que percibe cada uno; qué deudas tienen y su monto; y cuánto y cómo va a aportar a las finanzas familiares es esencial.
Cuando una pareja no logra conciliar estas decisiones o incluso las mantiene ocultas, surge la falta de confianza que puede llevar a ruptura definitiva. Cierto, el dinero no es la principal causa de divorcios en México, pero sí es uno de los principales factores de separación.
No existe una receta única sobre cómo y cuál debe ser la aportación de cada miembro de la pareja, al final, lo importante es que el acuerdo al que lleguen los deje satisfechos, dejando siempre espacio a la independencia financiera de cada miembro de la pareja.
La clave de unas finanzas personales sanas es no gastar más de lo que se gana. Los expertos de la Condusef recomiendan destinar al ahorro al menos el 10% de los ingresos mensuales, y evitar contratar deudas no presupuestas porque pueden llegar a ser impagables.
Mientras mayor sea su capacidad de ahorro, sin sacrificar el estilo de vida que hoy quieren llevar, más fácilmente les será alcanzar metas y lograr construir un mejor futuro para su familia.
El presupuesto les permitirá identificar los gastos que pueden reducir y los que pueden eliminar para lograr un ahorro más sustancioso.
Participen ambos en las decisiones de inversión de su ahorro, atendiendo siempre a las metas que quieren realizar. Pónganle nombre a su meta, establezcan monto de dinero que requieren para lograrla y el plazo, y en función de ello establezcan una estrategia de inversión (en qué instrumentos de inversión e instituciones van a poner a trabajar su dinero) y denle seguimiento. No requiere la misma estrategia una meta de corto plazo (hasta 5 años), que una de mediano plazo (hasta 10 años), que la de largo plazo (más de 10 años).
Es recomendable que ambos participen en esta tarea para que estén enterados de cómo se está administrando su ahorro y qué resultados están teniendo; y de ser necesario, hacer los ajustes pertinentes en tanto se cumple el plazo que trazaron para alcanzar una meta determinada. Ahorrar por ahorrar puede conducirlos a no tomar decisiones erróneas cuyo costo beneficio les sea adverso. Cuando la familia crezca, involucren a sus hijos en la planeación (presupuesto).
Desde establecer que el nivel de endeudamiento en el que pueden incurrir hasta el establecimiento de un fondo para emergencias y la adquisición de seguros de salud, vivienda, vida, auto, etcétera; son decisiones que salvaguardan la salud financiera de su vida en pareja.
Ahora sí,
Matiana Flores
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