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Feminismo, patriarcado, empoderamiento, micromachismo, son términos que en los últimos años han estado muy en boga y que polarizan opiniones sobre el papel y la importancia de la mujer en los ámbitos social, económico y financiero de México y el mundo. Algunos minimizan el tema, otros lo exacerban.
Lo cierto es que eliminar los estereotipos de género e integrar a hombres y mujeres por igual al mercado laboral en condiciones salariales y de desarrollo profesional similares continúa siendo una tarea pendiente que limita el crecimiento potencial de una economía y el bienestar de las familias.
Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, al cierre de 2021 en México 45 mujeres de cada 100 en edad de trabajar era económicamente activa, y 76 de cada 100 hombres. Por su parte, el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) “La Lucha por la Igualdad de Género: Una Batalla Cuesta Arriba”, publicado en 2017, apuntaba que la brecha salarial era del orden de un 16.7% (diferencia de salarios a puestos iguales entre hombres y mujeres). Otro dato importante es que casi el 60% de las mujeres que participaban en el mercado laboral tenía trabajos informales, baja protección social, alta inseguridad y baja remuneración. ¿Piso parejo?
Los estereotipos sociales
Las razones que explican el acceso desigual a las fuentes de empleo de las mujeres y remuneraciones competitivas son variadas y antiguas. Empecemos por anotar que los libros de texto señalan que el trabajo en las sociedades prehistóricas se dividía de acuerdo con el género: hombres cazadores y mujeres recolectoras y encargadas de cuidar a los hijos, aún y cuando cada vez hay más hallazgos que revelan que los roles masculinos y femeninos han sido mucho más paritarios desde la prehistoria.
Hoy, el hombre conserva su papel de proveedor en tanto que las mujeres se dedican a las tareas del hogar, pues aún y cuando su acceso a la educación, en todos los niveles, les han abierto las puertas del mundo laboral se les dificulta más encontrar un empleo que a los hombres. Datos del Inegi revelan que el 51% de las mujeres que viven en pareja (casadas o en unión libre) se dedican al cuidado del hogar y un 34% es económicamente activa.
En la permanencia de las brechas de género, los cánones de convivencia social perpetuados por la familia y los medios de comunicación hacen su parte, al igual que la ausencia o el alcance limitado de políticas públicas que permitan a las mujeres salir de casa y tener acceso a un empleo formal y bien remunerado al facilitarles guarderías, escuelas públicas de calidad, licencias de paternidad, etcétera.
Cierto, las mujeres realizan un trabajo no remunerado que aporta gran valor a la economía porque libera a la fuerza laboral masculina para concurrir a los centros de trabajo y producción, pero a ellas las deja vulnerables económicamente y susceptibles a sufrir violencia física y económica por parte de su pareja.
Igualar las oportunidades de acceso al mercado laboral y los salarios a competencias y responsabilidades iguales entre hombres y mujeres es un largo camino que parece no tener fin. En el estudio de la OCDE los países que lo integran identificaron los tres aspectos más importantes de la desigualdad de género: la violencia contra las mujeres, la brecha salarial entre géneros y el reparto desigual del trabajo no remunerado.
Afortunadamente las nuevas generaciones vienen con otra visión. Una encuesta de la consultora Ipsos encontró que para las chicas de la Generación Z o Centennials (jóvenes de 14 a 20 años) el movimiento feminista es “un espacio para expresar lo que les pasa y un sinónimo de igualdad” en tanto que para los chicos es “un movimiento que hay que acompañar” al tiempo que se oponen al modelo tradicional y estereotipado de la masculinidad. Ambos coinciden en que el feminismo propone la igualdad de derechos y la libertad de decidir y elegir para hombres y mujeres.
El costo económico de discriminar a la fuerza laboral femenina
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) señala que mantener a las mujeres excluidas del mercado laboral ha provocado históricamente una pérdida del 15 % del Producto Interno Bruto potencial (PIB), siendo hoy por hoy uno de los factores que explican el bajo crecimiento de la economía mexicana y de los altos niveles de desigualdad social.
Un dato interesante respecto a los beneficios de incluir a las mujeres en las actividades económicas es que, de acuerdo con la firma Boston Consulting Group, “las empresas fundadas por mujeres o que cuentan con una mujer entre sus fundadores, generan el doble de rentabilidad”.
Cabe anotar que la precaria participación de las mujeres en la economía se acentúo con la pandemia del Covid. En 2020 muchas mujeres perdieron su empleo, y en el 2021 no todas lograron reincorporarse al mercado laboral o lo hicieron, pero con un nivel salarial más castigado, abonando a ampliar las brechas de género laboral y salarial y a perder parte del camino ganado.
Es, entonces, necesario crear un piso parejo para eliminar los obstáculos que impiden la inclusión de la mujer al mercado laboral e impulsar el crecimiento económico. Para esto, los especialistas recomiendan promover su acceso a la tecnología y a asignaturas como las matemáticas e ingenierías, así como incrementar su inclusión y conocimientos financieros que las lleven a tomar mejores decisiones que se reflejen en su salud financiera y gestión de su dinero.
Hoy en México tenemos la NOM 025, una certificación de adopción voluntaria a la que se pueden adherir instituciones públicas y privadas al adoptar políticas y prácticas en materia de igualdad laboral y no discriminación, así como el pago de remuneraciones fijadas con base en criterios objetivos (conocimientos, destrezas, aptitudes, responsabilidades, etcétera, de cada puesto), no de género.
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